jueves, 22 de julio de 2010

Evolución de la creación plástica infantil.

1- Etapa sin manifestación plástica concreta
No deja marcas intencionales, puede hacerlo accidentalmente.
Es activoreceptor de estímulos senso-motrices y socio-emocionales

2- Etapa prefigurativa o garabato
En esta etapa es posible diferenciar tres fases:

• Primera fase: garabato descontrolado

- Deja trazos intencionales.
- Carece de control visual sobre su mano.
- A menudo mira hacia otro lado mientras gráfica.
- Los trazos varían en longitud y dirección.
- Con frecuencia excede los límites del soporte gráfico.
- Recoge sensaciones táctiles y kinestésicas; visuales en menor grado.
- Percibe modificaciones en la superficie donde gráfica. pero se da escasa cuenta de la causa.
- Toma el utensilio de maneras diversas y suele ejercer mucha presión con él sobre el soporte.
- Experimenta con las propiedades físicas de materiales y utensilios (bi y tridimensionales).
- Puede apilar dos o tres piezas de construcción.
- A los materiales moldeables los pone en contacto con sus sentidos (huele, degusta, etc).


• Segunda fase: garabato controlado

- Dirige su mano, con la vista, sobre la superficie donde gráfica. (coordinación viso-motora).
- Al placer táctil y kinestésico se le suma el interés visual por las conquistas gráficas que va obteniendo.
- Aparecen reiteraciones de trazos: circulares, líneas cortadas, puntos, etc. con un centro de intersección.
- Controla los espacios gráficos aunque a veces por el entusiasmo excede los límites del soporte.
- Se reconoce autor de los trazos.
- Puede superponer y alinear algunas piezas de construcción, sin combinarlas entre sí.
- Se interesa por dejar marcas reiteradas en los materiales moldeables.

• Tercera fase: garabato con nombre

- Aparece la imaginación como motor de la creación plástica.
- Ejecuta formas cerradas, generalmente circulares y trazos sueltos que asocia con objetos de la realidad, dándoles así un nombre.
- Hay intención representativa, aunque un adulto no puede reconocer el objeto representado.
- A veces anuncia qué es lo que hará antes de comenzar, y muy a menudo cambia de nombre mientras trabaja o cuando ha terminado.
- Usa el color con criterio subjetivo para reforzar el significado de las formas.
- Al modelar aísla trozos de material, les da nombre y puede hacerlos actuar como si fueran objetos reales.
- Con material de construcción logra estructuras sencillas.

Sus primeros días en el jardín infantil...

El ingreso del hijo/a a una sala cuna o jardín infantil preocupa mucho a los padres. Separarse de él, dejarlo en un lugar extraño, con personas desconocidas y durante tantas horas produce temor y ansiedad. Para el niño/a también significa un momento de tensión y pena. Llora, grita, se trata de afirmar a su mamá o papá para no quedarse en ese lugar.

Para apoyar a la familia en este proceso, la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) entrega algunas sugerencias:

- Reconozca que es una experiencia que tensiona y que por ello es legítimo sentir diversas emociones. No se enoje con el hijo o hija por sus llantos, pataletas u otras manifestaciones, ni tampoco los castigue. La actitud correcta es acompañarlos, decirles por qué se les deja en ese lugar, por cuántas horas, quién lo irá a retirar y en qué tiempo. Si el adulto está tranquilo, es más fácil para el niño/a calmarse.

- Tenga presente que la adaptación puede ser más lenta de lo esperado y que cada niño/a es diferente y reacciona distinto.

- Durante los primeros días acompáñelo un tiempo en su sala, juegue con él e involucre a otros compañeros/as, eso le dará confianza.

- Vaya poco a poco aumentando el tiempo de permanencia. Por ejemplo, el primer día déjelo por dos horas, el segundo por unas horas más y continúe con los siguientes de la misma forma. Si no puede ir usted a retirarlo, consiga la ayuda de algún familiar o vecino/a de confianza.

- Cumpla siempre sus promesas. Si le dice que lo retirará después de almuerzo, hágalo. Ello permitirá que su hijo/a confíe en otras promesas.

- Déjelo llevar algo significativo para él/ella. Puede ser su juguete favorito, su chupete, su pañal para dormir u otro.

- Converse en familia de lo entretenido que es, de los juegos que puede realizar con otros niños/as y de lo importante que es el jardín infantil y la educación.

- Permita que el niño/a juegue en casa de un amigo, o pase un rato a cargo de otras personas, para que se acostumbre a estar separado de la familia.

- Cuéntele a la educadora con precisión las cosas que a su hijo/a le gustan y las que no. Por ejemplo, que le agrada pintar con témpera, dormir con su pañal en la mano, que le acaricien su cabeza. La sala cuna o jardín infantil debe continuar estos gustos, al menos durante el primer tiempo para que la adaptación del niño/a sea más fácil.

- Converse con la educadora diariamente de cómo se ha ido adaptando. Cuéntele a la educadora lo que su niña/o hizo en la casa después de llegar al jardín infantil, al levantarse, etcétera. Y también, pídale a la educadora que le cuente lo que hizo en el establecimiento educativo. Así usted podrá continuar en la casa lo que su hijo/a hizo en el jardín infantil, y la educadora puede continuar en el establecimiento lo que hizo en la casa.

- Recuerde que en este periodo de adaptación es importante que toda la familia y las personas que trabajan en el jardín infantil se apoyen mutuamente y generen las mejores condiciones para que el niño/a aprenda.



No, no, no y NO!

Justo antes de su primer cumpleaños, los bebés aprenden el significado de la palabra "no". Pasan mucho tiempo moviendo la cabeza de lado a lado para decir "no", ¡aun cuando quieren decir "sí"! Puede que esto le moleste a usted. Pero, esto significa que el bebé está madurando. Se está volviendo independiente. Se siente tan seguro que a veces corre el riesgo de que lo desapruebe. Empieza a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.

El bebé pondrá a prueba sus propios límites, y los suyos. Por ejemplo, mientras va hacia el teléfono, puede que voltee para verlo a usted. Puede que tenga una expresión traviesa. Necesita que usted reaccione de inmediato con una expresión o un gesto que diga, "Te estoy viendo. No está bien jugar con el teléfono".

No reaccione de manera exagerada. Evite gritar y corregirlo fuertemente. Esto le da al bebé la atención que quiere y probablemente repita la acción sólo para que usted le preste atención.

En lugar de eso, trate de anticipar las acciones del bebé. ¿Lo ha dejado solo por mucho tiempo? ¿Está aburrido con sus juguetes? ¿Necesita un abrazo? Déle atención positiva y habrá menos posibilidades de que haga algo que a usted le desagrade.

También lo puede distraer. Déle otra cosa que hacer. Ponga ese objeto atractivo pero prohibido fuera de su alcance.

Evite decir "¡No!" con demasiada frecuencia. La palabra perderá su fuerza. Úsela en momentos importantes, como cuando tiene que enseñarle algo sobre la seguridad. En los ejemplos anteriores, responda firmemente, no sonría y dígale cómo hacer la actividad correctamente.

Por ejemplo, si el bebé está golpeando la mesa con una cuchara, deténgalo agarrándole suavemente la mano. Dígale, "La cuchara es para comer. ¿Quieres otro bocado de duraznos (melocotón)? Después de comer, vamos a encontrar una caja grande a la que puedes pegarle como si fuera un tambor".

Dele información que pueda usar en el futuro. Enséñele cuáles son los límites de usted. Haga respetar las reglas cada vez sin cambiarlas.


¿Está consintiendo al bebé?
Muchas veces los padres se preguntan si al prestarle atención al bebé cuando la busca lo están consintiendo. El bebé necesita tener contacto con usted. El contacto fomenta la confianza y la seguridad. Responderle al bebé le ayuda a ser lo suficientemente valiente como para aprender a ser independiente.

No se convenza de que está bien dejar llorar al bebé sin consolarlo. A esta edad, los bebés tienen necesidades, no deseos. No pueden resolver problemas; no saben usar la lógica. No entienden que usted quizás esté ocupado con otra cosa. No son egoístas, simplemente son muy pequeños como para entender el punto de vista de usted. Los bebés que no reciben atención cuando están llorando, generalmente son más ansiosos y exigentes.

Los padres que atienden a sus bebés no los están consintiendo. Les están ayudando a confiar en los demás, a sentirse seguros y a confiar en sí mismos.

Fuente: http://www.educacioninicial.com/ei/contenidos/00/2850/2862.asp


Relación entre hermanos.

“Cuando una pareja decide tener varios hijos, creen que podrán quererlos a todos por igual y que serán idénticos porque tienen el mismo patrimonio genético. Siguen estando íntimamente convencidos de que sus hijos, nacidos en el amor, se entenderán perfectamente. Siento decirles que es un error”, señala el francés Marcel Rufo, psicólogo infantil y psiquiatra, en su último libro, “Hermanos y hermanas. Una relación de amor y celos”, que se ha convertido en un verdadero fenómeno sociológico en su país.

Esto se explica, según Rufo porque la fratría (o relación entre hermanos), se construye sobre una relación afectiva impuesta, basada en la cotidianidad y en las cosas compartidas.

“No elegimos a nuestros hermanos, nos los imponen los padres. Es evidente que tener un hermano es, en primer lugar, encontrarse frente a un rival. Cuando las rivalidades y los rencores arraigan y dejan de evolucionar, la vida en común se vuelve insoportable (…) Afortunadamente, esto no sucede siempre; todo depende de la personalidad y de la fragilidad de cada uno de los hermanos, que se miden en las rivalidades cotidianas y corrientes. Los padres no deben olvidar, ni siquiera en los momentos difíciles, que la rivalidad es también la competición que ayuda a los hermanos a crecer”.

Convertirse en el mayor

La llegada de un hermano obliga al niño a pensar en sí mismo como “el mayor”, puesto que sus padres le anuncian a alguien “pequeño”. Algunos niños rechazan de un modo tan violento esa posición impuesta que manifiestan su sufrimiento dejando de crecer o acusando alguna enfermedad transitoria. Otros, sin embargo, lo asumen con menos dramatismo y a pesar de ciertas complicaciones lo viven con alegría.

Según el autor, esta situación es más aguda cuando el hijo se convierte en hermano mayor alrededor de los tres años. “Los niños de dos años y medio o tres ya han realizado un recorrido psíquico importante (…) Es la edad de la entrada en el período edípico, el momento en que se mezclan sentimientos de amor y de odio que ningún niño vive con serenidad. Así pues, le resulta insoportable pensar que va a tener que compartir ese amor con otro, el cual, sin estar todavía presente, prácticamente acapara a sus padres”.

Como indica el psiquiatra francés, “el hermano menor es siempre un intruso en el sentido etimológico del término: penetra en la vida del otro. Los cambios que su presencia, efectiva o futura, implica en el funcionamiento de la familia lo demuestran”.

Para hacer frente a esta situación el pequeño de tres años prepara una estrategia gracias a su pensamiento ya bien elaborado. Se vuelve tan pequeño como su hermano, a fin de que la lucha por el corazón de sus padres esté bien igualada. Se convierte así en un pequeño ser inestable, nervioso, irritable e hiperactivo.

Cuando esta situación es así de intensa, en opinión de Rufo, es recomendable que las expresiones de celos sean acogidas y nunca reprimidas con excesiva severidad. “Siempre aconsejo a los padres que dejen al niño decir lo que lleva dentro. Los celos son un sentimiento tan natural que habría que preocuparse más por los niños que no manifiestan ninguna agresividad hacia sus rivales que por los que la expresan abiertamente”.


La fuerza de los recuerdos

Convertirse en el mayor es el principio de la relación entre hermanos. Luego de la llegada de más hijos a la familia, la fratría se vuelve más rica o mucho más compleja, dependiendo de las personalidades que confluyen dentro de un hogar y de la crianza que al respecto entregan los padres a sus hijos. Marcel Rufo compara la relación entre hermanos con una enfermedad crónica, por sus momentos críticos y sus maravillosos instantes de tregua. La fratría es, a su juicio, una enfermedad de amor constituida por rivalidades y complicidades.

Las situaciones y el poder de los vínculos que unen a los hermanos varían en cada familia. “Sólo hay un hecho indiscutible: los miembros de una fratría salidos de los mismos padres poseen un patrimonio genético común, pero con variantes, ya que hay genes que en unos niños se manifiestan y en otros no (…) De hecho, si concedemos tanta importancia a los parecidos físicos en una familia es porque recuerdan que el grupo tiene un vínculo de carne y de sangre (…)”.

Pero ¿qué tienen de común los hermanos? ¿La educación? No del todo asegura el psiquiatra, porque los padres no se comportan igual a lo largo de su recorrido educativo, sino que evolucionan en contacto con sus hijos.
Lo que según el especialista sí une a los hermanos es la fuerza de los recuerdos. Los hermanos viven juntos muchos años, y sin embargo cada uno conserva de este período un recuerdo propio, aunque esté construido sobre bases comunes. Como explica Rufo, “la calidad de las relaciones fraternas depende de la magia de revivir juntos momentos poéticos, dramáticos o divertidos compartidos en el pasado.


Crecer con el hermano

Una familia se estructura en torno a tres grandes ejes: las relaciones conyugales de la pareja parental, las relaciones de los padres con cada uno de sus hijos y las relaciones entre los hermanos. El vivir en compañía de un hermano o una hermana desempeña un papel muy particular en la reconstrucción de la personalidad. Para existir en el seno del grupo, cada uno de los miembros de la fratría debe encontrar su espacio para lograr diferenciarse de los demás.

Como indica el psiquiatra francés, toda fratría tiene un carácter particular determinado por la sucesión de nacimientos, el reparto de los sexos y el número de hermanos que la componen. “A estos datos se suman otros elementos relacionados con la constitución y el temperamento de cada niño: sano o enfermo, tímido o iracundo, emprededor o seguidor. También entra en juego la idea que se forman los padres de cada uno de sus hijos y del funcionamiento de una fratría, así como sus proyecciones de identificación y sus exigencias para el futuro”.

Entre los hermanos se dan relaciones independientes a las que se tienen con los padres. Al igual que el jardín infantil, las primeras relaciones fraternas están hechas de una vivencia común de emociones sensuales, contactos, olores, sabores y vocalización antes de la adquisición del lenguaje. Después, la evolución del pensamiento hace posible compartir emociones psíquicas y le permite al niño crecer, en todo el sentido de la palabra. De hecho, el psicoanálisis confirma que la fratría desempeña un papel muy importante en el desarrollo afectivo de cada hermano.

Los hermanos a través del tiempo

El vínculo fraterno se instala en la continuidad y en el tiempo. Generalmente, las personas son mucho más tiempo hermanos que hijos. La noción del tiempo en las relaciones entre hermanos es fundamental y la vida en el seno de la fratría es la que permite ensayar comportamientos para después salir al mundo exterior. El tiempo es también el que ‘cura’ las rivalidades normales entre hermanos. Indiscutiblemente, según Rufo, para la apertura a la vida social, la fratría es más enriquecedora que la vida del hijo único. Tener un hermano también permite abrirse a la familia ampliada, haciendo la vida entre primos, tíos y abuelos más estable y permanente.

A través del tiempo, las relaciones entre hermanos dejan mayor libertad de ruptura que, por ejemplo, la relación de los hijos con sus padres. Pero paradójicamente, a juicio del autor, a veces las relaciones fraternas pueden ser más fuertes que las que existen con los papás, las cuales reposan únicamente en el vínculo de filiación. “A mi entender, convertirse al llegar la edad adulta en amigo del hermano representa la evolución ideal de la relación fraterna, ya que un amigo se elige, mientras que los padres son impuestos”.

La solidez del vínculo entre hermanos en la edad adulta está determinada por la calidad de las relaciones en el pasado, por eso es fundamental que los padres propicien momentos en que los hermanos se ayuden, incluso cuando son pequeños, se escuchen a pesar de las peleas, se respeten y se den muestras de cariño constantes, idealmente todos los días, para que se vuelvan más amigos que enemigos y compañeros para siempre.

Niños/as y el divorcio

El Divorcio Según las Etapas del Desarrollo de los Niños

Bebés (0-1 año):

- No comprenden las razones del conflicto, pero se dan cuenta del clima emocional del hogar, sienten la tensión y el descontento.
- Se dan cuenta de los cambios en los niveles de energía y en estado emocional de los padres.
- Se dan cuenta de cuando uno de los padres ya no está en el hogar.
- Dependen totalmente de los adultos que los cuidan.
- Comienzan a desarrollar confianza en otros y en el mundo.
- Cúanto tiempo se pase con los bebés determina la formación de los lazos afectivos.
- Fíjese si muestran señales de malestar. Si lucen más irritables, nerviosos, si demuestran más rabietas, pérdida de apetito, o retrasos en su desarrollo.
- Hágales sentirse seguros demostrándoles afecto, meciéndoles, tocándoles, hablándoles con cariño.
- Mantenga sus juguetes y objetos favoritos a la mano.
- Mantenga las rutinas lo más posible.
- Introducir personas nuevas gradualmente.

Niños pequeños (1-3 años):

- Necesitan estabilidad y predictibilidad.
- Son egocéntricos: creen que causan todo lo que pasa.
- Fíjese si muestran señales de malestar: llanto excesivo, apego extremo, dificultades al dormir, pesadillas, ansiedad de separación, regresión a comportamientos más inmaduros.
- Ofrecerles más atención y cariño, especialmente a la hora de separarse.
- Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender.
- Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas.
- Demostrar que comprenden su malestar.
- Mantener las rutinas lo más posible.
- Introducir personas nuevas gradualmente.

Niños de edad preescolar (3-5 años):

- Necesitan estabilidad y predictibilidad.
- Son egocéntricos. creen que causan todo lo que pasa, piensan que pueden controlar los eventos, se sienten responsables o culpables del divorcio.
- Tienen fantasías sobre la reconciliación de los padres.
- Fíjese si muestran señales de malestar: tristeza, confusion, preocupaciones, temores, pesadillas, agresión, regresión a comportamientos mas inmaduros, aislamiento, apego extremo, quejosos.
- Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender.
- Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas.
- Leerles libros sobre el divorcio.
- Animarles a hacer preguntas y a hablar sobre sus sentimientos y pensamientos.
- Demostrar sensibilidad a sus temores.
- Decirles repetidamente que no son responsables por el conflicto o el divorcio.
- Apoyar la relación de los niños con el otro padre, a menos que sea peligroso.
- Mantener las rutinas lo más posible.
- Introducir personas nuevas gradualmente.

Niños de escuela primaria (5-12 años):

- Se dan cuenta de lo que pasa, pero carecen de las destrezas necesarias para lidiar con los conflictos.
- Pueden comprender el concepto de divorcio.
- Penan la pérdida de la familia como era antes del divorcio.
- Pueden sentirse rechazados por los padres.
- Tienden a culpar a otros, a menudo a uno de los padres.
- Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender.
- Fíjese si muestran señales de malestar: tristeza, problemas académicos y/o sociales en la escuela, comportamiento inapropiado, achaques físicos, conflictos entre hermanos por competencia.
- Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas.
- Leer libros sobre el divorcio. Animarles a hacer preguntas y a hablar sobre sus sentimientos y pensamientos.
- Demostrar sensibilidad a sus temores.
- Decirles repetidamente que no son responsables por el conflicto o el divorcio.
- Apoyar la relación de los niños con el otro padre, a menos que sea peligroso.
- Mantener las rutinas lo más posible.
- Introducir personas nuevas gradualmente.